xoves, 12 de decembro de 2013

Pasamos un artículo de Yolanda Cuevas Ayneto, psicóloga
http://puntofuertebalonmano.files.wordpress.com/2013/11/artc3adculo-castigado-yca.jpg

¡Castigado! esta semana ni entrenas ni hay partido así aprenderás.

Todos conocemos esta frase pero, ¿sirve de algo?
Sabemos la gran lista de beneficios  físicos, que tiene el deporte:
 • Fortalece los músculos y huesos
 • Previene la obesidad
 • Previene el riesgo de enfermedades tales como la diabetes
 • Puede corregir posibles defectos físicos
 • Ayuda a coordinar sus movimientos
 • Estimula la higiene y la salud
 • Duermen mejor … pero, y ¿cómo herramienta educativa y psicológica?
Aprenden  a socializarse con nuevos compañeros, a  ganar y compartir triunfos, a perder y saber tolerar la frustración, experimentar emociones, controlar la impulsividad en unos casos y a vencer la timidez en otros, reducir la ansiedad, respetar las normas, al entrenador , jugadores, rivales y a los árbitros, aumentar su confianza porque de cada uno de ellos depende el resto del equipo, se crean lazos de ayuda entre ellos, se fomenta la colaboración, se promueve una mejor gestión del tiempo al tener que estudiar o hacer deberes, les enseña a fijar metas, les desarrolla habilidades como el pensamiento estratégico, la capacidad de liderar, desarrolla la pertenencia a un grupo con intereses y objetivos comunes, enseña  a ser responsables y a cumplir con lo que uno se compromete y se comienza a desarrollar el hábito deportivo.
El cerebro de un niño/a deportista es más activo, la atención y concentración toman protagonismo, escuchan, asimilan, actúan según directrices de sus entrenadores y a la vez se centran en los movimientos sin perder de vista a sus compañeros, es su día a día en el entrenamiento
Su práctica fomenta el ser perseverante, tolerar el error propio y el de los compañeros y aprender de ellos como parte del proceso de aprendizaje, se sienten de este modo protagonistas activos de su aprendizaje repercutiendo de una manera valiosísima en su autoconfianza, autoconcepto y autoestima compañeros de viaje a lo largo de toda sus vidas.
Cada día que privas a tu hijo/a de la práctica deportiva impides su desarrollo físico, mental y de su larga lista de beneficios.
Desde pequeños la clave es establecer los límites con firmeza y alternativas educativas ingeniosas para que el castigo sea la excepción y no la regla. Y en muchos casos el castigo, extingue la conducta de manera puntual pero la raíz del problema no se soluciona y muchos niños/as que, pese a ello siguen” haciéndola” cuando pueden o cuando creen que no les ven.
El castigo de moda:  “te dejo sin….” Está demostrado que no  es efectivo y de allí conocidas expresiones  –“ le da igual que le dejes sin…” porque para que sea castigo educativo tiene que suponerle esfuerzo lo que le ayudará a autocontrolarse. Si le castigas sin ir a entrenar no solo no hace esfuerzo por ello sino que le privas del esfuerzo que tenía que hacer por desplazarse, dejar de hacer lo que estaba haciendo, cumplir con el compromiso que tiene con sus compañeros etc… es decir fomentas la no responsabilidad.
Reflexión, pautas claras y diálogo en el momento adecuado para transmitir las normas es la clave para un nuevo comienzo.

venres, 6 de decembro de 2013

Un artículo de Santiago Segurola en Marca para honrar a una de las figuras públicas más grandes des siglo pasado.
http://www.marca.com/blogs/el-apunte/2013/12/06/una-inmensa-fe-en-el-deporte.html
Ninguno entre los gigantes de la política del siglo XX alcanzó la estatura de Nelson Mandela, fallecido ayer a los 95 años después de una vida de lucha contra la tiranía y el racismo en Sudáfrica. Y con toda seguridad, ningún político ha tenido más confianza en el deporte como elemento de combate contra la injusticia y forma de cohesión social. Durante 27 años, Mandela fue el preso más famoso del mundo, el líder de la lucha contra el apartheid y el enemigo público número uno del régimen racista en Sudáfrica. Desde la cárcel de Robben Island, un peñasco en el mar a siete kilómetros de Ciudad del Cabo, Mandela y los presos del Congreso Nacional Africano, declarados terroristas por los gobernantes blancos de Pretoria, dirigieron una tenaz batalla que puso al mundo de su lado y acabó en 1990 con el régimen segregacionista.
Una parte importante de la estrategia de Mandela pasó por la utilización del deporte como arma política global. A mediados de los años 60, Sudáfrica comenzó a tener problemas para participar en los grandes acontecimientos deportivos. La presión se volvió particularmente intensa en las vísperas de los JJOO de 1968. El mensaje de Mandela se extendió desde África, donde los nuevos países independientes declararon inmediatamente el boicot a Sudáfrica, al resto del mundo, y muy especialmente al grupo formado en Estados Unidos por el profesor Harry Edwards. A su alrededor figuraban algunos de los deportistas negros más conocidos en aquellos días: Lew Alcindor, después conocido como Kareem Abdul-Jabbar; Tommie Smith, Lee Evans, John Carlos y un amplio número de atletas que amenazó con boicotear los Juegos de México 68 si el Comité Olímpico Internacional se doblegaba ante las presiones de Sudáfrica.
Sudáfrica no acudió a aquellos Juegos, ni a ninguna otra edición, hasta Barcelona 92, tras la caída del régimen. La presión política del deporte fue tal que la mayoría de los países africanos no participó en los Juegos de Montreal 76, en protesta por la gira de los All Blacks neozelandeses por Sudáfrica, donde su equipo nacional de rugby, los Springboks, ejercía una fascinación fanática entre la minoría blanca y dominante. Entre la población negra, el rugby era un deporte detestado. El fútbol oficiaba de deporte popular, especialmente en el immenso gueto de Soweto, donde equipos como los Kaizer Chiefs eran venerados.
Desde la prisión, con el número de preso 46.664, Mandela encabezó la lucha que terminó con victoria en 1990. En la cárcel aprendió el significado del deporte no sólo como propaganda, sino como actividad interna para resistir el cautiverio, mejorar el estado físico, formar cuadros políticos, generar resistencia y establecer formas de comunicación que superaran el aislamiento. Con la ayuda de la parlamentaria blanca Helen Suzman, los presos del Congreso Nacional Africano organizaron en Robben Island durante años una liga de fútbol con nueve equipos. El gobierno, que quería mostrar el rostro más amable posible a la Cruz Roja, toleró de mala gana el campeonato.
Mandela observó con atención aquellos torneos, que se disputaban con el máximo rigor organizativo. El líder de la resistencia sudafricana tomaba nota de aquellos que ofrecían mejores garantías como organizadores o líderes. Esa experiencia tuvo un valor incalculable para él. Cuando el régimen racista fue derrotado, Mandela la interpretó para sacar nuevas conclusiones. "El deporte es más potente que los gobiernos para derribar barreras raciales", repitió incesantemente durante los difíciles años que siguieron a la caída del apartheid. Aunque su figura cobró una relevancia especial con ocasión de la Copa del Mundo de rugby que se disputó en Sudáfrica en 1995, su fijación por el deporte resultó decisiva para que su país pudiera competir en los Juegos de Barcelona 92 y participar en las eliminatorias para el Mundial de fútbol de 1994.
Elaine Meyer, un fondista de raza blanca, consiguió la primera medalla para Sudáfrica en Barcelona. Mandela y los sudafricanos lo celebraron con entusiasmo, pero el momento capital para el país llegó con la celebración del Mundial de rugby, discutido por muchos de los compañeros de cautiverio de Mandela. La mayoría de los activistas políticos estaban en contra, principalmente porque se trataba del deporte fetiche de los racistas blancos durante décadas. El líder sudafricano lo interpretó de forma muy diferente: se trataba de una oportunidad única de cerrar lazos en un país muy dividido.
  "El deporte tiene la capacidad para unir al mundo e inspirar a la gente", dijo en aquellos días. En medio del temor al fracaso del Mundial de rugby, Mandela acrecentó su mítica estatura política con una actividad frenética. El día de la inauguración apareció en el estadio Ellis de Johanesburgo con la camiseta verde y amarilla de los Springboks, la casaca más odiada por la población negra. La reacción superó todos los niveles de optimismo. Sudáfrica no sólo ganó el Mundial: salió extraordinariamente reforzada del acontecimiento, con dos colosos, uno del deporte, y otro de la política, como principales referentes. A un lado, el capitán François Pienaar, y al otro, Nelson Mandela. Colaboraron con la generosidad y la altura de miras necesarias para reunir un país a su alrededor.
Aquel Mundial marcó la historia de Sudáfrica. Tiempo después, el país organizó el Mundial de fútbol. El último recuerdo de Mandela es su aparición en el Soccer City para saludar desde el centro del estadio a los 85.000 espectadores que se disponían a presenciar la final España-Holanda. Era un hombre frágil en medio de un frío polar. La ovación fue estruendosa. Luego abandonó el recinto. Aquel Mundial también fue un éxito, y para España muy especialmente. Sin Mandela y su ejemplar trayectoria durante décadas de lucha contra la opresión, esa Copa del Mundo no se habría celebrado en Sudáfrica.